El sábado 09 de agosto teníamos previsto realizar una ruta de senderismo a Peña Lusa, la cual teníamos planeada desde este invierno pasado, sólo estábamos esperando el momento adecuado, ya que durante el invierno, al estar nevado y ser una zona muy rocosa, es bastante dificultosa. Y cuando parecía que el día adecuado iba a ser este, se nos complicó el tiempo, la predicción meteorológica daba lluvias a media mañana y muchas nubes. Por este motivo, ya que teníamos el día para ir al monte, tuvimos que buscar una alternativa que tendría que ser por una zona costera ya que era el único sitio en el que no daban lluvias.
Después de ver un par de alternativas, nos decidimos por hacer una ruta por una zona que ya habíamos “pateado” hace bastante tiempo, y que es una de las entradas de este blog más visitada. Se trataba de hacer una ruta por el Parque Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel, y en concreto por el monte Buciero, la principal elevación montañosa de este Parque Natural, y que con sus 300 hectáreas de superficie alberga una inigualable riqueza natural. En otra ocasión realizamos una ruta circular bordeando todo el monte y sin embargo esta vez íbamos a realizar una caminata ascendiendo a las tres cimas más emblemáticas de este monte, las cimas del Buciero, Ganzo y Atalaya.
En esta ocasión sólo íbamos a ir dos de los senderistas habituales de estas rutas y mi perro Otto, ya que los otros estaban de vacaciones.
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Para ello partimos del paseo marítimo de Santoña, sobre la playa de San Martín, donde dejé aparcado el coche. En esta ocasión, en vez de dirigirnos, como en la otra ocasión, hacia el Fuerte de San Martín, evitando la ascensión de todas las escaleras, nos metimos por una calle a mano izquierda del paseo, justo antes del cuartel militar, que nos dirigía hacia el barrio de la Santoñuca y desde el que se podía observar al fondo la cima del Buciero (367 m.)
Nos dirigimos por la calle del Monte que nos llevaba a la parte alta del barrio de la Santoñuca. Esta es una zona donde se ubican las típicas casas de los pescadores de este pueblo pesquero. Iniciamos un ligero ascenso por esta carretera estrecha.
Esta estrecha carretera nos llevaría hasta el fuerte de San Martín, el cual fue edificado sobre un antiguo castillo de tiempos de Felipe II, constituyendo el último vestigio del sistema Carnot. Este fuerte de San Martín, cuya construcción actual, que data de 1863, se alza majestuosa sobre la bahía de Santoña, y que, junto al cercano fuerte de San Carlos, defendía la entrada de la bahía de posibles incursiones de tropas enemigas. El uso de este estratégico lugar es muy anterior, pues ya a comienzos del S. XVII los santoñeses habían erigido una fortificación para la defensa de la villa.
En este punto cogemos una carretera que se dirige hacia la izquierda, es decir hacia el norte, en dirección al fuerte del Mazo, el cual se encuentra a unos dos kilómetros del fuerte de San Martín.
Esta carretera va ascendiendo haciendo un par de giros y situándonos encima del camino que rodea el monte Buciero y por el cual regresaríamos. Desde una de estas curvas se puede observar dicho camino, así como el pueblo de Laredo.
En esta carretera destacaba una entrada a una gran casa, que está situada en la parte alta y desde la que se puede apreciar prácticamente todo el pueblo. Esta casa pertenece a uno de los más importantes conserveros del pueblo de Santoña, del cual no voy a dar el nombre para no hacer publicidad gratuita.
Seguimos en ligero ascenso por esta carretera y empezamos a ver gran cantidad de vegetación, en especial encinas, laureles, madroños,… que se encuentran al borde de este camino.
Cuando ya llevábamos unos dos kilómetros y pico andados, unos 25 minutos desde que comenzamos a andar en el paseo marítimo, cogemos un desvío a mano derecha que se encuentra a unos 200 metros del fuerte del Mazo. Es un camino que ya no está asfaltado, sino que se trata de una pista de tierra y piedra, el cual se encuentra junto a una construcción que seguramente es para guardar el ganado.
La pista iba en ascenso dirigiéndose hacia la cima del Buciero y nos empezábamos a encontrar las marcas que nos dirigían a este pico. Son las típicas marcas de pequeño recorrido, con dos franjas una blanca y otra amarilla, pero en este caso acompañadas por un círculo de color verde. Estos puntos de color indican las diferentes rutas que hay por el Monte Buciero, cada una de las cinco rutas que hay tiene un color característico y en este caso la que asciende al Buciero y al Ganzo era de color verde. La pista estaba bordeada por gran cantidad de vegetación.
En esta pista de ascenso hacia el Buciero tuvimos que pasar junto a una gran edificación que se encontraba en estado de abandono, pero que en sus tiempos debió ser una gran casa.
La visibilidad no era muy buena ya que estando a pocos metros de la cima, esta no se podía ver, sólo se intuía entre las nubes bajas que la cubrían. Estas nubes se iban y venían y en un momento nos dejaron contemplar la playa de Berria a nuestra derecha, mientras que a la izquierda las nubes cubrían el pueblo de Santoña. Desde este punto se podía ver en primer plano el penal del Dueso, la playa de Berria, las marismas de Santoña y al fondo el Brusco, el monte que separa la playa de Berria en Santoña, de la playa de Trengandín en Noja. Según la gente del pueblo, hace años en las grandes bajamares se podía pasar de una a otra playa sin ascender por el Brusco.
El ascenso se iba complicando, la pista desapareció y se convirtió en un estrecho sendero realizado por los muchos senderistas que hacen esta ruta.
En algún momento, el sendero se complicaba más, e incluso en un punto tuvimos que echar manos al suelo y ayudar a mi perro para poder ascender por alguna roca, sobre todo porque estas estaban muy resbaladizas por la lluvia que había caído la noche anterior.
En un día con buena visibilidad no habría ningún problema, pero en este día agradecimos las marcas que nos iban marcando el camino correcto hacia la cima.
La humedad que había en el ambiente era tan grande, cercana al 100%, que hacía que nos cayesen gotas de sudor por todo el cuerpo y tuviésemos que hidratarnos bebiendo agua cada poco tiempo. Por ahora estábamos teniendo mala suerte con el tiempo y, aunque no nos llovía, la visibilidad era muy baja y estando a pocos metros de la cima todavía no la podíamos contemplar.
Ya estábamos llegando a la cima del Buciero (367 m.) y pudimos observar una de las dos cosas que destacan en ella, la gran cruz que se encuentra en ella y desde la que se tendrían que tener unas impresionantes vistas de todos los montes de la zona de Soba, los pueblos de Santoña, Laredo, Noja, Isla, Ajo, el estuario del Asón,… pero no fue así, las nubes nos lo impedían.
En ese momento la visibilidad desde este punto era nula, no se veía nada, sólo un poco de Laredo entre las nubes. Ya de regreso, después de pasar por el Ganzo, pudimos tener unas mejores vistas, pero no perfectas, desde este punto.
Como no se veía nada, en vez de dirigirnos hacia el otro punto característico de esta cima, la gran bandera de Cantabria, nos dirigimos hacia nuestra siguiente cima el Ganzo (378 m.) para ello cogimos dirección este y nos fuimos hacia el collado que separa las dos cimas.
Seguimos las marcas que nos iban indicando el camino correcto hacia el collado teniendo que vislumbrar entre las nubes la cima del Ganzo.
En el collado nos encontramos un indicador que nos informaba de las dos cimas, el Buciero y el Ganzo. Además se corresponde con el pequeño recorrido PR-S 50.
Desde este collado nos dirigimos hacia la cima del Ganzo por un estrecho sendero entre matorrales y roquedo. Aquí es donde tuvimos el único problema de orientación de todo el camino ya que debido a la niebla perdimos las marcas que indicaban el camino correcto y nos dirigimos por un camino que bordeaba el Ganzo por su zona norte, metiéndonos en una zona con mucha vegetación y mucha humedad en la que casi nos comen los tábanos. Viendo que el camino no era el correcto volvimos para atrás y pudimos ver la típica cruz que indica el camino que no hay que seguir y que nosotros sí seguimos. Luego ya volvimos a encontrar las marcas correctas,
las cuales nos dirigieron sin gran dificultad a la cima del Ganzo. Las vistas desde este pico no son excesivamente buenas, siendo mucho más interesantes las que ofrece la rocosa cumbre del Buciero, cuando el tiempo lo permite. En esta cima destaca el punto geodésico que marca el punto más alto de todo el Monte Buciero con sus 378 metros de altitud.
Desde aquí desandamos nuestros pasos para dirigirnos de nuevo hacia la cima del Buciero, donde ya se había despejado un poco el tiempo y pudimos hacer las fotografías que expuse anteriormente. Después de hacer las fotos desde la cruz nos dirigimos al otro punto característico del Buciero, la gran bandera de Cantabria la cual es visible desde todos los puntos del pueblo de Santoña. En este punto lógicamente aproveche para hacerme una foto con mi perro y la bandera.
También pudimos tener una visión de nuestra siguiente cima, el Atalaya, el cual se encuentra al norte del monte Buciero.
Al cabo de un tiempo de estar en la cima se despejó del todo y pude hacer una fotografía del pueblo de Santoña, la ría que entra en el pueblo de Escalante, las marismas y la cima de Monte Hano (186 m.) en la que destaca la cantera, así como el convento de San Sebastián de Hano o convento de Montehano. Esta es una estructura arquitectónica que está datada en el siglo XVII en la que el convento experimentó una gran reforma, aunque hay indicios de que en los albores del siglo XIV ya había vida conventual. En un principio la regían los padres Franciscanos, mientras que en la actualidad está habitado, desde principios del siglo pasado, por frailes de la Orden de Hermanos Capuchinos. La tradición dice que en este convento están enterrados los restos de Bárbara de Blomberg, madre de Juan de Austria.
Volvimos a descender por el mismo camino para dirigirnos de nuevo a la carretera que se dirige desde el fuerte de San Martín al fuerte del Mazo. En el camino de descenso aproveché para volver a hacer una fotografía del Buciero, pero esta vez ya despejado de las nubes que lo cubrían cuando ascendimos.
Una vez que llegamos a la carretera nos dirigimos por ella hacia el fuerte del Mazo, obviando un desvío a la derecha que cogeríamos posteriormente para dirigirnos hacia el Atalaya.
El fuerte del Mazo fue construido en el año 1810 por los ingenieros napoleónicos tras ser tomada la península por un ejército de 4.000 hombres. La estructura de este fuerte napoleónico se adapta al promontorio sobre el que se asienta. El único acceso que tiene este fuerte salvaba un pequeño foso seco mediante un puente levadizo. En 1886 se construyó el edificio mayor de dos alturas, con el fin de que sirviera de pabellón de arrestados.
El Fuerte del Mazo, recibe también erróneamente el nombre de Fuerte de Napoleón, motivado por la transmisión popular del nombre del Fuerte Imperial de Napoleón, construido simultáneamente al del Mazo y demolido a principios del S. XX para la construcción de los edificios que ahora constituyen el Penal del Dueso.
Este fuerte del Mazo fue remodelado por las escuelas taller que han ido restaurando las diferentes estructuras militares que se encuentran en el Monte Buciero.
Volvimos de nuevo a la carretera y cogimos la carretera que nos encontramos a nuestra izquierda y donde hay unos indicadores que marcan diferentes rutas, una de ella la que nos va a dirigir hacia el Atalaya.
A la derecha de este camino se observa el antiguo polvorín El Helechal, que abastecía al Fuerte del Mazo y el cual se encuentra localizado en un lugar resguardado para evitar impactos de proyectiles enemigos. Este edificio se encuentra flanqueado por dos torres (cuya finalidad originaria era la de pararrayos), y que actualmente sirve de improvisada estabulación ganadera. En las cercanías existe otro polvorín con una estructura semejante y se trata del polvorín del Dueso.
Se continúa por la pista hasta que nos encontramos una pista asfaltada ascendente por la que hay que desviarse y que se dirige al paraje conocido como Yusa, zona donde se localizan varias explotaciones ganaderas.
En la confluencia entre los espacios ganaderos y el encinar aparecen las orlas forestales, espacios de transición y frontera entre los ecosistemas de prados y las masas forestales y que cumple la función de cobijo, zona de alimentación y refugio para varias especies faunísticas. En este camino de ascenso nos encontramos una casa que se encuentra en estado de abandono.
Justo antes de llegar al fin de la pista asfaltada, hay que virar en un camino de tierra que nace a la derecha.
En este nuevo sendero ya pudimos ver nuestro objetivo al fondo, el Atalaya con su construcción cilíndrica en la parte superior.
Tras sortear un cierre para el ganado, llegamos a una pequeña campa.
En la parte superior derecha de este pequeño claro continúa el ascenso a través del valioso bosque, donde aparecen encinas, laureles o madroños.
Tras obviar una senda a la derecha, la cual cogeremos en el descenso, se continúa ascendiendo por el zigzagueante camino, pudiendo observar ya cerca de la cumbre un singular abrigo en la roca caliza.
Finalmente, se alcanza la cumbre (312 metros), sobre la cual se asienta el puesto circular de vigilancia de la Atalaya, cuya estructura actual data del S. XIX. Las vistas panorámicas desde este excepcional mirador natural (se tienen referencias de su uso como oteadero de ballenas ya en el S. XI) son inmejorables.
Las vistas desde este punto eran increíbles. Al norte se veían kilómetros y kilómetros de mar, no me extraña que antiguamente desde aquí subieran a divisar las ballenas que surcaban el mar Cantábrico. Desde este punto se divisaba también Noja, Isla, Ajo,…
También desde este punto se podía ver la gran superficie de vegetación que cubre el Monte Buciero. Es un bosque dominado por la encina (Quercus ilex ilex) y se trata del más valioso encinar costero, relicto o basal del norte peninsular, verdadera reliquia del pasado, que ha pervivido sobre suelos calizos. Durante el Terciario, dominaban prácticamente toda la región; posteriormente con los cambios climáticos del Cuaternario, su distribución se vio reducida a los peñascos calizos más cálidos.
Durante todo el camino que hemos seguido hemos podido observar el dominio de la encina y su cortejo acompañante (laurel, madroño, labiérnago, aladierno). Esto no es óbice para hayamos podido encontrar especies de carácter atlántico, aprovechando preferentemente depresiones con un mayor espesor de suelo y concentración de humedad (avellano, roble, acebo), apareciendo, a su vez, algunas especies de alta adaptabilidad (endrino, espino albar, mostajo).
Una vez realizadas las fotografías regresamos sobre nuestros pasos hasta el cruce que anteriormente habíamos obviado y lo cogimos para dirigirnos hasta un punto conocido con el nombre de cuatro caminos, una encrucijada en la que se pueden tomar diferentes rutas. Lo cerrado y enmarañado del bosque, donde proliferan las especies trepadoras, hace que se asemeje a una verdadera «selva». Esto protege a los vertebrados, lo que unido al carácter esquivo de la mayoría de especies, hace muy difícil su observación. Los grandes mamíferos como el corzo, el jabalí o el gato montés eran antaño abundantes, pero la caza continuada ha provocado que sobrevivan solo mamíferos de menor tamaño (ginetas, tejones, comadrejas, zorros o garduñas).
Continuamos sin perder el sendero y las marcas que nos indicaban el camino correcto hacia la encrucijada de “Cuatro caminos”
En este punto nos dirigimos hacia la derecha para finalmente llegar a la costa donde pasamos junto a unas grandes paredes de piedra vertical donde probablemente se pueda practicar la escalada.
Continuando por esta pista junto a la costa, nos encontramos con dos espectaculares vistas, una que no se podía apreciar bien con la cámara de fotos ya que tenía unos árboles que lo impedían y era la vista del faro del Caballo. A este faro se puede acceder desde la encrucijada por la que pasamos anteriormente. El acceso es accidentado y costoso, el cual supone un vertiginoso descenso de casi 700 escalones, 800 si se desciende hasta el mar. Este Faro, puesto en funcionamiento en 1863, se encuentra en la actualidad abandonado.
La otra espectacular vista es la de toda la costa de Cantabria desde Laredo hasta llegar a la costa de Bilbao. Se puede apreciar Laredo, la ballena de Oriñón y al fondo el puerto de Bilbao.
Siguiendo andando por esta cómoda pista nos empezamos a encontrar con muchos senderistas que están haciendo el camino en sentido contrario al nuestro. Algunos con la intención de visitar el faro del Caballo, otros a ascender al Buciero o el Ganzo y otros para realizar la ruta circular que bordea todo el monte Buciero y que ya describí en otra entrada en este blog. El siguiente punto que llama la atención es una bonita casa que se encuentra junto a la pista y que se llama La Casa de la Leña. Se trataba de una fortificación militar donde existía una guarnición de soldados. Antaño han vivido varias familias dedicadas al pastoreo de cabras y ovejas. Hoy en día ha sido totalmente restaurada por particulares.
Siguiendo el descenso hacia Santoña, el camino nos lleva hasta una baranda de madera y, justo de frente, se muestra imponente la Peña del Fraile, en cuyo escarpado perfil se adivinan varias cavidades con restos prehistóricos. Cuenta la leyenda que una salva al unísono de todas las baterías y fuertes del monte hizo que se desprendiera la cabeza del «fraile». Desde este punto las vistas de la mar son espectaculares con sus aguas cristalinas y tranquilas, donde debe ser un lugar ideal para practicar el submarinismo.
El camino de regreso no tiene pérdida y cuando ya nos encontramos cerca de Santoña pudimos ver el esfuerzo que han tenido que hacer en el pueblo de Laredo para paliar los destrozos que hicieron los fuertes temporales de este invierno en el puntal de la playa de Salvé. Han tenido que construir dunas de arena para reconstruir todo el puntal.
Un poco antes de llegar al fuerte de San Martín, después de pasar unas canteras semiabandonadas, nos encontramos otra de las múltiples construcciones con fines militares que hay en Santoña. En este caso se trata de la batería de Galbanes, que completaban la defensa delos fuertes de San Martín y San Carlos. El proyecto definitivo data de 1863 y consta de dos explanadas a diferentes niveles.
Ya hemos llegado prácticamente al final del recorrido y nos encontramos en el fuerte de San Martín. En esta ocasión en vez de continuar por la carretera que utilizamos para el ascenso, usamos las escaleras que nos dirigen hacia el paseo marítimo, el cual caminamos hasta llegar a nuestro destino final donde se encontraba aparcado el coche.
Para ver la ruta en Google Earth pinchar sobre la imagen.
Curva de altura en función del tiempo de marcha.
Santoña – Buciero – Ganzo – Atalaya – Santoña | |
Distancia Total | Ruta circular de 14,28 km. |
Duración Total | El recorrido lo hicimos en 4 horas y media. Sólo paramos en las cimas de los tres picos para hacer fotos y refrescarnos un poco. |
Dificultad | La dificultad de la ruta es media, la endureció lo resbaladizo del terreno en las zonas rocosas y la humedad ambiental que había. |
Desnivel | El desnivel es de aproximadamente 378 m., ya que partimos del nivel del mar y el Ganzo tiene esos metros. El desnivel acumulado fue de 858 m. |
Tipo de camino | Hay tramos de carretera, pista y sendero |
Agua potable | No encontramos agua en todo el recorrido y en un día como el que realizamos la ruta es necesario llevar bastante agua. |
Época recomendada | En cualquier época del año excepto cuando haya llovido días antes ya que hace el terreno muy resbaladizo. Hay que tener cuidado con la niebla ya que impide tener buenas vistas. |
Cartografía y Bibliografía | Hoja 36-I (Santoña) a escala 1:25.000 del Instituto Geográfico Nacional. |
Track GPS | Enlace a track para GPS en Wikiloc |