El fin de semana del 17 y 18 de noviembre nuestro grupo de amigos nos fuimos, junto con nuestras familias, a pasar un fin de semana de casa rural. Al igual que en años anteriores nos alojamos en la casa rural de la Coruja del Ebro, en el pueblo de Sobrepeña, cerca de Polientes, donde pudimos disfrutar de momentos para estar juntos, momentos para hacer senderismo y en definitiva para pasar un buen fin de semana.
La mañana del sábado no tenía muy buenas perspectivas en cuanto al tiempo, ya que daban ligeras lluvias, pero cogimos nuestros aperos de senderismo, botas, mochilas, ropa de lluvia y paraguas y nos dirigimos al pueblo de Villaescusa de Ebro para realizar una sencilla marcha de senderismo hasta el precioso pueblo de Orbaneja del Castillo, ya en la provincia de Burgos. Una vez allí en función del tiempo que hiciese continuaríamos haciendo un poco de senderismo por aquella zona o regresaríamos hacia la casa rural.
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Como no sabíamos cómo iba a responder el tiempo, lo que hicimos fue dejar a prácticamente todos los senderistas en Villaescusa del Ebro, llevar cuatro coches hasta el aparcamiento de Orbaneja del Castillo y regresar en otro hasta Villaescusa, lugar donde comenzaríamos a caminar.
La ruta que íbamos a realizar era parte de la etapa nº4 del GR-99 Camino Natural del Ebro que va desde Polientes hasta Orbaneja del Castillo.
Viniendo desde Polientes llegamos al pueblo de Villaescusa de Ebro y nada más pasar el puente que cruza sobre el río Ebro seguimos una carretera que va hacia la izquierda y en la que pudimos ver una marca de esta etapa del GR-99. En este punto es donde comenzamos a caminar y donde dejamos aparcado uno de los coches.
Atravesamos este barrio del pueblo y nos dirigimos por una pista ancha que pasa cerca de unos prados destinados al ganado hacia nuestro primer objetivo, la famosa cascada de Villaescusa o más conocida como la cascada del Tobazo. Para ello al llegar a un cruce nos dirigimos hacia un prado y al final de este se encuentra la famosa cascada, aunque la cascada de la fotografía inferior no era de ese día, ya que prácticamente no caía agua.
En lo alto del Cañón del Ebro, el páramo calizo de La Lora, aparte de marcar los límites por el Sur, sirve de sumidero para algunas corrientes subterráneas que terminarán por desaguar al Ebro. Una de estas surgencias da lugar a una cascada sugerente: el Tobazo. El nombre le viene del tipo de material: toba caliza. La toba es una roca que se forma por la precipitación de la caliza (Carbonato Cálcico) que venía disuelta en el agua emanada. La vegetación extrae el CO2 del agua y el compuesto calizo va precipitando sobre las raíces, hojas, musgos, etc. que encuentra a su paso. Estos materiales, con el tiempo desaparecen, dejando un espacio impreso en roca. El resultado sorprendente, es una piedra muy porosa con impresiones vegetales. La toba es una roca fácilmente trabajable y de poco peso, por lo que se usa ampliamente en la zona como material de construcción, pudiendo encontrarse fácilmente ejemplos de su uso en las tapias de las fincas y en las paredes de las casas.
La cascada se alimenta a partir de una surgencia cárstica fácilmente localizable en el borde inferior del paredón rocoso. La cueva que da lugar a la surgencia, es la salida de un sistema cárstico de un desarrollo estimado en más de 2.000 metros. La cascada tiende a crecer separándose de la pared debido a la formación de la toba. En este lugar, existe una cueva que fue habitada por eremitas en la edad media, lo cual es una característica de toda la comarca en la que existen numerosas ermitas rupestres y que la hace muy interesante desde el punto de vista histórico.
Después de disfrutar de esta vista de la cascada volvimos hacia el desvío que habíamos cogido cerca del río y continuamos caminando por una pista que discurría junto al río Ebro. Circulando por este sendero llegamos a una antigua Central Eléctrica, la cual ahora ha sido transformada en una vivienda familia, se llamaba la central de «Electra de Tobazo» la cual tenía como peculiaridad el hecho de haber aprovechado un salto de agua natural, la cercana Cascada del Tobazo, espectacular surgencia en la que afloran las aguas que se infiltran en las formaciones calcáreas de La Lora. Abastecía a varios pueblos de Valderredible hasta hace algunas décadas.
Dejamos la central a nuestra izquierda y continuamos por el sendero hacia nuestro destino final en Orbaneja del Castillo, el camino no tiene pérdida ya que sigue por el margen del río. Por el camino pudimos disfrutar del entorno, observando las preciosas estampas que íbamos encontrando como la imagen otoñal de los hayedos.
Agrupación de setas las cuales no nos atrevimos a coger por desconocer si son o no tóxicas, así que preferimos dejarlas adornando en este entorno.
Hayas que surgían de entre las rocas y que desafiaban a la gravedad.
Una curiosa imagen de un haya que seguramente en una tormenta fue atravesado por un rayo, pero que debido a su gran resistencia a la muerte sigue dando sombra en el sendero.
Mientras disfrutábamos del recorrido nos íbamos acercando a nuestro destino final, y eso sin que nos cayese ni una sola gota de agua de la esperada pero no deseada lluvia. Desde esta parte central ya se comenzaba a observar la parte superior del cañón donde había una buitrera.
Al llegar al final atravesamos un puente sobre el río Ebro pudiendo disfrutar de una bonita imagen del río entre las paredes del cañón horadado en el terreno durante miles de años.
Cruzamos el puente y salimos a la carretera dirigiéndonos a mano derecha donde está la cascada que cae desde lo alto del pueblo de Orbaneja del Castillo.
También al otro lado de la carretera había una especie de piscina, la cual en época de calor incita a darse un baño refrescante, pero que ahora no resultaba nada apetecible.
Nos adentramos en el pueblo, pasando por delante de un puesto donde pudimos degustar de un rico queso del pueblo de Ruerrero, el cual ya habíamos probado en otras ocasiones. Aquí comenzó el ascenso hasta el centro del pueblo después de subir una buena cantidad de escaleras.
En Orbaneja del Castillo la combinación de sus espectaculares parajes naturales y una localidad que ha conservado su sabor popular configura uno de los enclaves más bellos del norte de España. Entre sus calles de piedra toba convivieron cristianos, musulmanes y judíos, de cuya aljama queda el nombre de alguna calle. Por aquí pasó un ramal del más antiguo Camino de Santiago y, según la tradición, los caballeros templarios levantaron el hospital y convento de San Albín para dar albergue y protección a los peregrinos. Sus casas de influencia montañesa, en las que destacan solanas de madera bien cuidada, se abren a las calles escalonadas. En la localidad destaca la casa de los Canes, del XIV, que recibe su nombre por los siete canecillos románicos reutilizados en su alero; la casa fuerte que se yergue sobre un espigón rocoso en la plaza Mayor, que pudo pertenecer al marqués de Aguilar; su iglesia parroquial, en origen románica; y el antiguo hospital o casa de los pobres (del siglo XVI al XIX), que estaba administrado por una familia “guardera” que daba posada y comida a los caminantes.
Allí las mujeres aprovecharon para tomar un café en uno de los varios bares que hay en este turístico pueblo mientras que las niñas y los hombres nos sentamos a la orilla del río a comernos un par de hornazos y decidir si seguíamos caminado o si regresábamos hacia Sobrepeña.
Parecía que el tiempo aguantaba, así que arriesgándonos un poco y abriendo los paraguas, ya que comenzó a chispear, decidimos continuar caminando otro poco. Seguimos a la gente hasta un cruce que se dirigía hacia la izquierda y hacia arriba destino a la parte superior del cañón del Ebro.
Desde la parte superior del cañón teníamos una formación rocosa curiosa, parecían un par de camellos dándose un beso y en la parte central la silueta de África.
Es el conocido como páramo de Bricia, donde destacan unas raras construcciones que dan lugar a una ruta turística, «La ruta de los Chozos del páramo de Bricia». En el Páramo de Bricia, Orbaneja del Castillo (Burgos), hay dos conjuntos monumentales de chozos con cubierta volada por aproximación de hiladas de piedras, separados por poco más de un kilómetro en línea recta. Los llaman los «Chozos de La Laguna» y los «Chozos del Para». La Vegetación de su entorno se reduce a las praderías de corta hierba, y algún árbol cercano a alguno de los chozos.
Esta pequeñas cabañas sorprenden por la meticulosa colocación de las piedras, bien formando una pared circular, bien cuadrada, con una pequeña puerta y con el suelo ligeramente excavado en su interior. Pero lo más sorprendente es observar la bóveda que forma el techo del chozo, formado por piedras colocadas en voladizo unas sobre otras, cerrándose concéntricamente desde las paredes hasta juntarse en la cúspide. En este punto central suele haber una losa de mayor tamaño que cierra el techo pero permite la salida del humo. En la construcción no se utiliza ningún tipo de cemento o argamasa que ligue las piedras, están simplemente posadas unas sobre otras.
Un rápido examen de las construcciones allí existentes nos hace apreciar su buen estado de conservación. En total habrá más de una veintena y sólo en 4 o 5 se ha desplomado alguna parte, si bien el chozo es perfectamente reconstruible. El progresivo desuso por parte de sus antiguos moradores ha conllevado que nadie se ocupará de su restauración.
Su orientación varía según los casos y situaciones. Mientras los que están en el centro se orientan al sur en su salida, el resto lo hará hacía el este y oeste. Cada chozo con su parcela perfectamente marcada, a pesar del paso de los años con pequeños desniveles, fincas con no más de 400m2. Utilizados, año tras año por los pastores cuando subían el ganado en épocas estivales, aguantando hasta que el clima les dejaba. Hay varios tipos de chozos, en este caso sobre todo 3:
– Chozo circular: hecho enteramente de piedra, tanto paredes como techo en falsa bóveda. Son los más numerosos. Tienen un diámetro interior de unos 280cm. Y una vez alcanzada una altura 80-85cm se inicia la falsa bóveda por medio de piedras alargadas, que se van cerrando paulatinamente, hasta dejar en la clave ( a uno 250cm de altura) un agujero para salida del humo, que se tapa con una losa. La puerta de entrada tiene una altura de unos 100cm por 85 de ancho.
– Chozo rectangular con pequeño murete para el ganado: Totalmente de piedra. De parecidas dimensiones a los anteriores, nos llama la atención que está hecho con más esmero, con las piedras mejor colocadas.
– Chozos cuadrangulares adheridos: hay varios chozos unidos, con unas dimensiones de 240cm de lado y una altura de 240 en su parte más alta.
Cerca de uno de estos chozos paramos a descansar y a comernos el merecido bocadillo para reponer fuerzas. Una vez finalizada la comida reiniciamos la marcha ya camino a nuestro destino final en el pueblo de Orbaneja. Para ello seguimos una pista hacia la derecha que pasaba junto a un recinto de muro en la zona de Estilla y dirigiéndonos hacia la parte baja del cañón, no sin antes disfrutar de una vista de todo el pueblo de Orbaneja del Castillo.
Una vez en el pueblo, nos dirigimos al aparcamiento que se encuentra en la parte baja del pueblo junto a la carretera y cogimos los coches para primero ir a coger el coche que habíamos dejado en Villaescusa y luego hacia Sobrepeña donde decidimos quedarnos a descansar, aunque previamente cogimos una caladura haciendo un pequeño paseo de Sobrepeña a Sobrepenilla.
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Al día siguiente, el domingo 18 de noviembre, tres de los habituales senderistas decidimos madrugar un poco y hacer otra pequeña ruta para aprovechar la mañana. La ruta que teníamos planeada realizar era circular e iba desde San Martín de Elines hasta Peña Camesía, descendiendo hacia Villota de Elines y regreso de nuevo hacia san Martín de Elines, pero no teníamos tiempo suficiente así que decidimos acortarla un poco, haciendo el ascenso hacia Peña Camesía desde Villota de Elines, volviendo a descender por el mismo camino.
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Para ello cogimos el coche y nos dirigimos dirección hacia Ruerrero y antes de llegar a este pueblo cogimos un cruce a la derecha que nos llevaba hacia el pueblo de Villota de Elines. Allí dejamos el coche junto a un parque infantil.
Aquí nos preparamos ligeramente para iniciar el ascenso, un poco de agua, una mochila con las cosas necesarias y muchas ganas de ascender a la Peña Camesía, esta es una elevación que apenas destaca desde el páramo, pero en cambio la caída hacia el valle del Ebro es espectacular, con un farallón vertical de más de 100 metros, aprovechado por los buitres para anidar, y que constituye el relieve más singular de todo Valderredible. La vista es magnífica de casi todo el valle y los montes circundantes, apareciendo ya destacadas cumbres de la Cordillera Cantábrica en el tramo que va desde CastroValnera al Espigüete.
Lo primero que hicimos, después de encontrar donde dejar el coche, que nos costó bastante, fue buscar el punto done realmente comenzaba la ruta y que era cerca de la Iglesia del pueblo.
De aquí nos dirigimos por una pista asfaltada que nos llevaba hacia el cementerio donde destacaba el típico ciprés que hay junto a todos los cementerios.
Aquí la pista se hace más pedregosa. Cruzamos esta portilla y continuamos por la pista principal sin desviarnos de ella.
Continuando por la pista llegamos a una de las únicas marcas que había en todo el camino, ya que tampoco eran necesarias por ser imposible el perderse. Este era el desvío que nos dirigía hacia San Martín de Elines, ya que esta ruta normalmente se hace en sentido contrario.
Mientras realizamos este ascenso, que aunque iba zigzagueando era bastante pronunciado, teníamos unas vistas del valle. En una de las revueltas se podía ver entre los pinos el valle de Valderredible.
Mientras que por el otro lado se tenía una vista más cercana de la Peña Camesía.
El camino se hacía bastante duro, ya que a la pronunciada pendiente teníamos que añadir el hándicap de que teníamos que estar de regreso en menos de tres horas, porque teníamos que ir a visitar un lagar donde nos enseñarían a extraer el mosto de la manzana para hacer sidra. Nos dirigíamos hacia el collado situado entre Peña Camesía (1.155 m.) y Muñata (1.181 m.), cumbre inconfundible por su repetidor y el denso hayedo de su vertiente norte.
Una vez en el collado atravesamos una portilla y nos dirigimos hacia la parte superior de la Peña, desde la que se tenía una perfecta visión de todo el valle, con una caída superior a los 100 metros y donde los buitres aprovechan para poner sus nidos.
En una de las vistas destacaba el pueblo de Ruerrero, donde se podía distinguir la torre de Ruerrero, la cual fue declarada Bien de Interés Cultural en el año 1992. Se encuentra en la mies de la localidad de Ruerrero, en lo alto de un cerro, al que se llega desde la parte más alta del pueblo. Se trata de una atalaya de la Baja Edad Media, construida en los siglos XIV-XV. Es una torre de planta cuadrada que mide unos 10 metros y medio de lado y alcanza una altura de 12-13 metros. El muro es muy ancho, de más de dos metros, y se encuentra formado por dos paramentos de piedra de sillería en medio de los cuales queda una cámara, rellenada con cascajo. Hay vanos en todas las fachadas salvo la oriental, destacando la ventana geminada con arcos de medio punto que hay en la fachada meridional. El ángulo suroeste se ha derrumbado. Tenía dos plantas y aún se conservan restos de sus vigas.
Tiene como elemento más original una torre troncocónica adosada a la esquina noroeste, que actúa a modo de contrafuerte. Sus dimensiones son 3 metros de diámetro y 5 metros de altura.
Alrededor debió tener un foso, del que quedan restos en el lado oriental de la torre, con unas dimensiones de unos tres metros de ancho, lo cual no es un elemento muy frecuente en las torres de la Cantabria meridional.
Desde aquí nos dirigimos hacia el siguiente saliente que sobresalía sobre el farrallón vertical de casi 100 metros de altura. la imagen era espectacular y la verdad que daba algo de vértigo asomarse desde arriba.
En este punto el viento era bastante fuerte y la temperatura había bajado bastante así que decidimos bajar lo antes posible para darnos una ducha y seguir nuestra mañana de visitas, esta vez en Polientes.
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